viernes, 28 de noviembre de 2014

Chochan: beneficios de ser un chanchito


Chochan se hace desear. Si no viven en microcentro, el viaje hasta el pequeño restó de Naiara Calviño en el limite entre el cool San Telmo y el mugroso Montserrat puede hacer dudar a muchos. Pero la propuesta es innovadora: no van a encontrar en el menú principales que no hablen, a las claras, del amor al cerdo. También tiene buenas guarniciones --aunque pequeñas y tardías- y una carta de tragos que va más allá del tradicional Campari con naranja.


Lo que sorprende al entrar es, quizás, que no hay menúes impresos. Al cambiar la carta bastante seguido, hay que guiarse por las pizarras --una de comida, una de tragos- que se reparten en el pequeño local. Puede ser un problema para los cortos de vista o los que, por esas casualidad, quedan lejos de la pizarra que más les interesa. Para ver los tragos tuve que pararme y eso, en un restó que se llena siempre, puede ser un problema para el staff y para los comensales. De todas formas, el equipo de Chochán se pone las pilas y sabe recomendar en un menú que, por momentos, necesita explicación.




Pedimos, para empezar, un queso de cerdo (una especie de terrina hecha, principalmente, con la carne de la cabeza del cerdo que, a priori, puede resultar horroroso pero es la mejor parte de cualquier animal). Viene con pickles y huevos encurtidos, una especialidad de la casa que ponen en display en jarros por todo el local. También pedimos unas croquetas de verdura, muy ricas.




Aunque tiene otros platos, en Chochán se destacan los sanguches. Pedimos uno de panceta braseada con manteca de maní y zanahoria, por lejos lo mejor del pequeño menú. A priori la combinación puede resultar rara pero van perfecto y la zanahoria hace bastante para rebajar lo grasoso del cerdo. Si además, como nosotros, le agregan la versión libre de kimchi --esa delicia coreana de repollo fermentado, super picante- van a disfrutarlo tres veces más. Pedimos también una clásica hamburguesa de pulled pork, cerdo deshilachado, con ensalada cale slaw que nada tiene que envidiarle a Kansas. Acompañamos con unos aros de cebolla que llegaron tres horas más tarde, con poco crocante, pero bien.




Las salsas son, quizás, lo mejor del local. Se animan a varias versiones picantes --una especie de Sriraracha local bien arriba- y salsas de aceitunas y mayonesas varias. Van bien con casi todo.



Chochán podría ser un restó de nicho pero su valentía para presentar diferentes partes de un animal tan noble con el cerdo lo alzan, sin dudas, entre las mejores aperturas de este 2014. Vayan y prueben.







lunes, 24 de noviembre de 2014

Casate conmigo imbécil. Hoy: papas al plomo

Abrimos una nueva sección en Sal y Pimienta a gusto: "casate conmigo, imbécil". Básicamente son recetas que demuestran que somos más que elecciones potables, gastronómicamente hablando.

Si hay algo que llega bien al estómago es este combo bien paleo: un pedazo de carne precioso con una papa al plomo. Es un menú bien dinner norteaméricano, bien $150-el-plato en Kansas que se puede hacer relativamente fácil si tienen los ingredientes en casa.


Para la carne:
Lo primero que vamos a necesitar es, aproximadamente, medio kilo de algún corte de carne que les guste. En este caso, dos bifecitos de chorizo en su punto justo. Para marinar usé ajo picado, aceite de oliva y sal gruesa. También abusé del orégano fresco que tengo en el balcón.Traten de hacerlo un rato antes así la carne observe la sal y queda sabroso. Después en una sartén tiran un poco de oliva y tiran los churrascos hasta que estén dorados y preciosos, lado a lado, pero con el centro sangriento. No acepto una cocción de carne diferente a esa.



Todo es mejor con mantenca, no? 



Para las papas:

Lo principal es hacerse de dos papas grandes. Pero si, como yo, solo tienen medianas usen tres para dos personas. Las cortan en cruz en una superficie y las meten al medioondas por 10 minutos, más o menos. NO SE OLVIDEN DE CORTARLAS sino pueden explotar y nadie quiere eso. Está bueno hacerlas en microondas porque en el horno tardan un millón de años y, al deshidratarse, queda un puré bien rico.


Mientras se hacen las papas, en una sartén van a poner cinco o seis lonjas de panceta. Atentos con este paso. Traten de que sea panceta de buena calidad, ahumada, con una buena porción de grasa. La idea es que las sobrecocinen, que no quede ni un pedazo de carne fresca en esa panceta. Lo que van a lograr con esto es que el producto quede crispy y se pueda partir en pedacitos para que adornen la papa. Mientras el bacon se dora, consigan algunas especies como tomillo o ciboullette y piquenlas. También mezclen queso crema y con limón y hagan una rica crema agria.





Cuando las papas están listas, las cortan por la mitad, les sacan bastante del relleno de la papa y las dejan reposar. En el bowl con las entrañas de papas, ponen manteca, sal y leche y hacen el puré de papas más rico del mundo. Después agarran las papas, les ponen ese relleno maravilloso de papa y las coronan con una cuchara generosa de crema agria, bacon bits y ciboullette.



Arman así.


Riegan todo con vino. En este caso nosotros tomamos este, entero, un litro, un miércoles a la noche. Fuck yeah vino tinto con carne y papas.







jueves, 30 de octubre de 2014

After office: qué, dónde, cuándo

Si el ejecutivo vive una vida estresante es importante saber cómo relajar. Los bares y restos cercanos a las oficinas innovan en su carta de tragos reinventan su oferta gastronómica y transforman una reunión entre compañeros de trabajo en una experiencia culinaria. Acá un Top 5 para disfrutar mejor el famoso Happy Hour.




Presentaciones locas. Los tragos de Florería pueden venir en cajitas, vasos o floreros. 


Caminar sobre Reconquista, una de las peatonales más lindas de Buenos Aires, significa toparse, cada 20 metros, con un cartel distinto que promociona los especiales del día. Pero alrededor de las cuatro de la tarde las fachadas cambian, las pizarras se borran y aparecen los carteles promocionando los famosos “Happy Hour”: esas horas, antes de que la noche caiga, en donde los 2x1 imperan y las promociones están pensadas para atraer a los oficinistas a un último trago antes de llegar a casa. Lo cierto es que los bares y restós se han aggiornado. Hoy su oferta va más allá de un fernet con cola y una tabla de fiambres. Se animan a más con infusiones propias, sabores nuestros y opciones gastronómicas más inventivas. Lugares que entendieron que comer y beber ya no se trata de pasar el rato sino de cultivar una experiencia. Y si es después del trabajo mejor. Estas son las cinco mejores opciones.


 Florería Atlántico 

 Es un secreto a voces. Dentro de la tendencia que son los bares ocultos –esos que requieren contraseñas o un conocimiento previo de dónde buscar– Florería Atlántico se destaca por su carta de tragos –que rota todos los meses para incluir especiales estacionales– y su cocina argentina en un lugar poco común: el subsuelo de una florería. Es el brainchild de Julián Díaz, el joven empresario gastronómico detrás de 878, y Renato Giovannoni, que abrió sus puertas a principios de 2013. El ruido que generaron no es poco: llegaron a la sección de restaurantes elegidos en New York Times. “Queríamos hacer un bar en una zona linda de Buenos Aires, como es Retiro, en un lugar en donde también hay galerías de arte y tiendas muy paquetas. La idea siempre fue armar un buen bar con una propuesta muy local, muy argentina, con una parrilla y una carta de tragos pensadas en las corrientes migratorias porque estamos, después de todo, ubicados en una zona portuaria. Nuestro diferencial es, sin dudas, nuestra propuesta de tragos que es osada y una carta de carnes, pescados y mariscos a la leña y al carbón”, contó a Mercado el propio Díaz. Para llegar hay que pasar por la florería que es la fachada del bar y por una puerta frigorífica que desciende a un subsuelo. ¿La mejor experiencia? Según Díaz los pasos para disfrutar son cinco. “Recomiendo siempre dejarse en las manos del bartender que puede preparar grandes tragos clásicos y también a medida. Empezaría con un aperitivo, comería una tapa y después me inclinaría por una copa de vino y un trago a modo de postre. Lo importante es irse, también, con un ramo de flores”.

Qué: Aunque la carta cambia todo el tiempo para incluir estacionales, no hay que dejar de probar el Mary Poppins (whisky, drambuie, agua de cebada, rodajas de naranja) servidos en frascos o tazas de aluminio como las de la abuela. No son baratos, eso sí: salen más de $60/$70 en promedio. Una comida para dos ronda los $500.
Dónde: Arroyo 872, Retiro. Teléfono: 4313-6093. www.floreriaatlantico.com.ar También hacen eventos especiales, preguntar en recepción.
Cuándo: Abre alrededor de las 19 para esperar a su audiencia clave, los oficinistas, y cierra alrededor de las 2 de la mañana, los días de semana, y hasta las 3:30 de viernes y sábados.


Perón-Perón 

Aunque la estética peronista retro puede ser una excusa para que muchos rechacen la propuesta del lugar, el Perón-Perón se convirtió, a fuerza de tragos clásicos con buena materia prima y comida “como la de la abuela”, en una opción interesante para el After Office de las oficinas de Palermo que las hay, y muchas. Gonzalo Alderete Pagés es la mente detrás de cada detalle y no es extraño verlo deambular por las mesas, esquivando altares a Evita y máquinas de coser Singer, para preguntar qué tal estuvo la comida. “En el Perón busqué centrar su gastronomía en la comida de la abuela o de la madre. Es la comida que más se extraña y que es más difícil de encontrar en restaurantes en donde se paga. Empezamos por unas buenas empanadas, de las que se comen en Salta, y nos pareció que había que revalorizar el aperitivo, una idea coherente con este concepto de rescatar lo nuestro”. En el Perón las empanadas de osobuco y cordero –fritas, como corresponde– se mezclan con otras tapas como hongos gratinados o tortillas de papas y sardinas para completar la oferta de la tarde. A la noche, los platos pesados incluyen los guisos y el pastel de papas, “el preferido del General”. “Tratamos de hacer todo eso sin ser desconsiderados con el precio y atendiendo de una manera cálida y humana. Comer rico, que nos traten bien y que no nos arranquen la cabeza debería ser el eslogan de todos”, dice Alderete Pagés.
Qué: Las empanadas son un clásico y generalmente se las puede acompañar con aperitivos que incluyan vermouth. El más clásico se llama –sorpresa– Evita (Gin Apóstoles, Hesperidina y almíbar de flor de no me olvides).
Dónde: Ángel Carranza 2225, Palermo. Teléfono: 4777-6194.
Cuándo: La propuesta de After Office empieza a las 18 hs y se puede cenar platos más fuertes hasta el cierre, después de las 12. Como todo lugar peronista, los domingos está cerrado.

Las empanadas de carne del Perón Perón se achicaron pero siguen siendo una apuesta segura

 Cunningham Irish Pub 

 Pegado a la estación de trenes de Martínez está uno de los mejores bares para tomar cerveza tirada de Zona Norte, en donde las nacionales Quilmes se mezclan con las importadas Beck o Guiness en un ambiente que nada tiene que envidiarle a los tradicionales pubs ingleses. Para los nuevos clusters de oficinas que se extienden por Fondo de la Legua o Avenida Márquez, la propuesta de Cunningham vale por conveniencia y cercanía. Recibidos por una cazuela de papas fritas caseras bañadas en salsa picante, siempre se puede optar por un 2x1 en cervezas tiradas hasta las 21, aunque los tragos clásicos también son una opción para calmar la sed. El Gin Tonic o el Garibaldi (Campari con naranja) están entre las mejores opciones.

Qué: La cerveza Gambrinus no tiene promoción pero, traída desde Rosario, es una de las mejores opciones para reemplazar la Guiness. La grasa va bien con la cerveza y las papas fritas bañadas en panceta, cheddar y cebolla acompañan muy bien.
Dónde: Alvear 303, Martínez, San Isidro. Teléfono: 4798-0256.
Cuándo: Desde las 19 hs hasta la madrugada, la barra se llena.

Doppleganger 

 Nacido en París de la pareja argentino-colombiana de Guillermo y Stella, Doppleganger trata de maridar lo sofisticado con lo mundano. Como Jekyll y Hyde, los tragos pueden ser tanto improvisaciones sobre clásicos (hay que probar el Martini con vodka) como opciones diferentes de los clásicos aperitivos como el vermouth o el Campari. La decoración al estilo 1930 no está nada mal tampoco y da la sensación de ser transportado a la primera posguerra, con vidrieras pintadas y vasos de cristal. El lema resume la propuesta: “celebramos al obrero y al burgués que todos llevamos dentro”. Para comer: el risotto de coco y lima o el ceviche se encuentran con canelones de queso y espinaca o puré de papas con queso. Aunque los que saben recomiendan el curry de langostinos para sentirse realmente a gusto.

Qué: Para quienes se animan al picante, el Hot and Dirty Martini (vodka con pimienta negra, vermouth dry, salmuera, aceituna con jalapeño) puede ser una buena apuesta. Para paladares más sensibles, quizás el Blue Krishna (vodka con cardamomo, cointreau, Angostura Bitters, jengibre, tónica, piel de naranja y cerezas) sea una mejor opción.
Dónde: Avenida Juan de Garay 500, San Telmo. Teléfono: 4300-0201. www.doppleganger.com.ar Cuándo: Happy Hour de martes a viernes de 19 a 21 hs.

Verne Club

Con una estética retrofuturista el bar de Federico Cuco aparece en Palermo como una propuesta concentrada en el cocktail y, si es eso posible, en el cocktail con elementos nacionales. A pesar de que su carta propone “una vuelta al mundo en ocho tragos” con ejemplares como el Honkongonés Opium Old Fashioned (Old Fashion ahumado endulzado con almíbar de té negro) o el servicio de absenta, el verdadero foco está puesto en el la sección “Faro del fin del mundo” con propuestas como Verano Porteño (Hesperidina, albahaca) o la Caipichofa (como la caipirinha pero a base de Cynar, el alcohol de los alcauciles). La comida no es fuerte pero tiene propuestas interesantes que giran alrededor de la salchicha: panchos con toppings diferentes para todos.

Qué: La carta de tragos es innovadora y propone cambios de manera frecuente. El Basil Smash (albahaca, almíbar, bitter, limón y gin) fue la propuesta destacada de agosto.
Dónde: Medrano 1475, Palermo. Teléfono: 4822-0980
Cuándo: Todos los días, de 21 al cierre.

------------------------------------------

Una versión ligeramente diferente de este artículo apareció en la edición de octubre de Revista Mercado.

lunes, 7 de julio de 2014

Dogg: un panchito con glamour

Si hay una comida que no tiene glamour es el pancho. Ni siquiera las versiones más chetas de Zona Norte como Blancanieves, que embadurnan la salchicha de salsas especiales, pueden mejorar la reputación de la comida chatarra por excelencia.



Ya se lo había preguntado Lisa: ¿De qué está hecho un panchito si no es del rejunte de varios animales y una bota? 

Lo cierto es que Dogg (San Martín 657, tan microcentro que no se puede creer) quiere recuperar lo mejor de la tradición salchichera con una receta a base de carne de cerdo, claro, pero también vacuna. Como cualquier embutido lo que importante es lo de adentro: las especies secretas se las llevará Máximo Togini, su creador, a su tumba. 

Lo cierto es que, a diferencia de las versiones al paso de la gran ciudad, las salchichas de Dogg son sabrosas pero, más importante, a la parrilla. Haciendole honor al país que ama quemar su carne al fuego violento de una parrilla, el pibe de los panchos de Dogg los da vuelta en un grill que brilla al lado de la ventana pequeña que da a la nueva peatonal porteña. 

 El panchito locomía: el combo con papas y limonada ronda los $50

Arriba, todos los toppings que se les ocurran. Aunque hay algunas mezclas predeterminadas, el cielo es el limite en Dogg. El mio, por ejemplo, tiene guacamole, criolla y salsa  cheddar porque fuck logic. Algunos otros se animan a ponerle chukrut, pepinos, nachos, you name it. El combo viene con papas fritas y una limonada con menta que está bastante bien aunque en un tamaño que no llega a apagar el fuego de una pared llena de condimentos exóticos que incluye, claro, la salsa picante sriracha y mostazas de todas partes del mundo. 

Para quienes nos arrastramos por Microcentro Dogg es una buena opción aunque con tantos toppings no recomendamos comerlos de parado.
 

jueves, 3 de julio de 2014

Top Five: lugares para comer en invierno

Con el invierno aparecen varios vicios. Dormir temprano un viernes a la noche. Las bolsas de agua caliente. Dormir haciendo cucharita evitando, si no es amor para siempre, los pies fríos del otro. Y también, claro, las comidas hipercaloricas. Es que el invierno es, por definición, el reino del guiso, de las papas al horno, de las salsas pesadas.

Proponemos, entonces, lugar en donde se puede comer todo eso y, como decía Álvaro Alzogaray, "pasar el invierno".


 ¿Locro o Lentajas? Otra buena opción, más controversial, es el Mondongo en el Perón.


1) Perón-Perón. (Angel Carranza 2225, Palermo) 
El brainchild de Gonzalo Alderete Pagés es imprescindible para pasar el invierno. Como otros de su estilo, que intentan recrear la cocina argentina tradicional con twists modernos, Perón-Perón logra una buena sintesis que, además, deja feliz al estómago. El plato insignia, el pastel de papas ("El preferido del General", aclaran) es una gloria imposible de terminar. También ofrecen pollo a la cazadora, bondiola braseada con unas papas cuña y un chutney de cebollas y frutas muy bien logrado. Mi corazón, de todas formas, está siempre  con el osobuco con polenta. Si no junan el peronismo y logran ignorar la parfarnalia política --o disfrutarla con distancia- es uno de esos lugares con personalidad que sirve comida como la de la abuela. Precio por persona: $150-$200 aunque conviene compartir, siempre: las porciones son generosas.

2) El Ribereño (Chile 193, San Isidro) 
Un club de barrio. Eso es El Ribereño. Si son de los que necesitan ambiente para comer, acá están jodidos. Los dueños, dos personajes que nada tienen que envidiarle al Food Nazi de Seinfeld y que rehusan levantar pedidos de mesas reservadas incompletas, están ahí hace décadas y reparten platos a habitúes  que llenan el local incluso un miércoles a las 11 de la noche. Es que El Ribereño tiene dos turnos (a las 9 y a las 11) y son un tanto obsesivos con la puntualidad: sin reserva no se come y sin grupo completo no se pide. Lo cierto es que lo vale. Los platos que salen de la cocina son caseros en serio, de bodegón: bacalao a la vizcaína, salmón con salsa de puerros, conejo a la cacerola, ravioles con salsa rosa, trucha, osobuco, bondiola en estofado. Para mi lo mejor son las rabas que salen con frecuencia y son crocantes y poco aceitosas. En promedio, con vino, postre, y toda la cosa, se gasta menos de $150.

3) El Nandú (Elcano 648, San Isidro) 
Quienes vivimos en Zona Norte sabemos que El Nandú es nuestro mayor secreto. Una parrilla-restaurant con sillas de paja y mesas cubiertas de papel de fiambrería que sirve carnes riquísimas con guarniciones correctas: pechitos de cerdo con puré de calabaza a la parrilla; milanesas a la napolitana con queso reggianito, tomates en fetas y cebolla dorada; empanadas a la parrilla y quesadillas con salmón muy bien logradas. La carta del Nandú es cortita pero correcta y a muy buen precio. Eso sí: no aceptan reservas y la espera, en hora pico, puede superar la hora. No sé si hago bien compartiendo este dato. Es que se come por $100, una barbaridad anti-inflacionaria.

 Las empanadas nunca están de más especialmente si, como las del norte, llevan papas y especias. Fritas o al horno, un golazo.


4) La Cocina (Pueyrredón 1508, Recoleta) 
Yo conozco solamanete su local en la calle Florida, pequeño y escondido en la galería Boston, pero sé que tiene otras sucursales y la descose en todas. La Cocina es la reina de las empanadas catamarqueñas aunque yo amo las de queso y cebolla y humita más que cualquier otra. Hacen su masa in situ y las cocinan al horno con buenísima materia prima. Son caras pero lo valen. Ahora sí, los días de frío conviene probar su locro. ¿De postre? Fresco y batata. Porque no se puede escapar del tradicionalismo ni siquiera al final de la comida.

5) Plaza Grill (Florida 1005, Retiro) 
Incluyo al Plaza Grill simplemente por una razón: su puchero del domingo que se sirve solo durante esta época del año y que incluye ollas de todo lo que se puedan imaginar: gallina, falda, vacío, rabo; porotos, papa, zapallo, morcilla, panceta, chorizo colorado. Hacen unas tostadas de miga con manteca ideales para comer caracú que, como supo decir Máximo López May, es el foie grais de los pobres. Después de todo, nada dice "Invierno" como una buena sopa y cuatro kilos de proteínas y carbohidratos. $190 el menú, que incluye vino, tenedor libre de puchero y mesa de dulces.


miércoles, 2 de julio de 2014

Bistro Tokio: sushi tradicional done right



La entrada de Bistro Tokio es discreta. Como me olvidé, esta foto se la robé a Allie de Pickupthefork


Si algo permiten los blogs son las notas personales. Así que no creo deshonrar el estilo si confieso que el sushi es mi comida preferida para comer afuera. Descubrir perlitas, comedores, cadenas, puertas cerradas, que lo preparen con expertise es algo así como mi pasatiempo más caro.



Comer sushi en Buenos Aires es una aventura. Los hay caros, franquiciados, con propuestas que van desde la fusión franco-japonesa hasta la más popular peruana; y otros, más tradicionales, que se alejan del queso crema para proponer pescados diferentes, cortes gorditos, y algo de la escencia nikkai. Lo demás es un infierno: enormes masacotes de arroz con finas películas de salmón que hacen llorar a quienes amamos el sashimi por sobre todas las cosas. Sushi Pop, are you talking to me?



En este último grupo vale incluir al que, para mi, sigue siendo el mejor restó de comida japonesa de Buenos Aires. Bistró Tokio es --aunque odio el término- una perlita escondida. Es su ubicación el dato de color: lejos de la zona fashion belgrano-palermitana, está en el primer piso de un edificio que sirve a su vez de espacio de yoga y lavadero. Y sin embargo, detrás de la cortina que separa al restaurante de 15 mesas del pasillo más feo en la historia de los pasillos, hay sushi del bueno a un precio que no haría llorar a nadie.



No lo pienso yo sola. El lugar está atendido por descendientes de japoneses y está lleno de miembros de la comunidad argentino-japonesa, lo que, a priori, da un sellito de calidad que no debería desestimarse. Al sentarse, como se espera de un lugar tradicional japonés, traen una toallita mojada y una entrada de chauchas en salsa de soja y aceite de sesamo que sirven para engañar el estomago para los platos que, por frescos, tardan bastante en llegar a la mesa.



¿Qué pedir? El tempura de vegetales y langostinos es siempre una buena opción porque nunca es grasoso y viene con la cocción perfecta: crocante por fuera (gracias al proceso de hana o sakaseru que contempla tirar un poco de la preparación de harina y agua por encima de la fritura una vez que está en el aceite para que queden esos pedacitos chiquitos de masa crocantisíma) y al dente por dentro, si esa es una palabra que se le puede atribuir a los vegetales. La sopa ramen también es un golazo y una opción más económica si se trata de probar sabores que van más allá del sushi.





Tempura de langostinos y vegetales.

Pero si, como yo, abren los ojos bien grandes cuando llega una tabla llena de sashimis gorditos, niguiris con la temperatura justa en el arroz y rellenos que no sobresalen por su desparpajo de cream cheese en los rolls, no duden en pedir, para dos o tres, un sashimi de salmón de 16 piezas y la tabla especial de 26 que incluye unas bombas de arroz, salmón y guacamole (gunkan con guacamole) tan groseras que dificilmente entren en la boca. Esto, que podría ser una contra en la mayoría de los restós con porciones llenas de arroz, es un acierto en Bistro Tokio que presenta a diferentes pescados como protagonista siempre.


 La tabla especial incluye dos temakis y dos gunkan de guacamole.


Con sake, agua mineral y té verde al final, la velada ronda los $250 por persona, un precio que, aunque no para todos los días, no debería levantar las cejas de los que gustan de esta clase de gastronomía.



Dónde: Bistró Tokio Virrey del Pino 2551 piso 1º, Belgrano

Tel: 4786-6959
Dato curioso: aceptan solo efectivo excepto American Express.
Precio promedio: $200-$250 por persona.

viernes, 27 de junio de 2014

Receta: hummus hiperfácil

Aunque los dips están muy de moda, hay una pastita que es la bisabuela del queso crema con cebolla de verdeo que tanto abunda en reuniones de amigos. Hablo, claro, del hummus, ese puré de garbanzos con pocos secretos y bastante sabor.

No hace falta ir a Sarkis o Garbis, o algún reducto de la comunidad armenia en el país, para probarlo con pan pita, tostadas, cucharas o, por qué no, con los dedos. En casa se puede hacer y sale muy bien.

Vamos a necesitar: garbanzos (400 gramos), ajo (un diente), limón exprimido (medio), salsa tahini o aceite de sesamo (una cucharadita), aceite de oliva, pimentón dulce, sal y pimienta a gusto. 




Si tienen tiempo y ganas de ahorrar, compan los garbanzos en bolsa, los dejan 10 horas en remojo y al día siguiente los hierven durante una hora o hasta que estén blanditos como para hacerlos puré. Lo cierto es que, aunque más caro, los garbanzos en lata siempre tienen el punto justo y nos ahorran un proceso bastante tedioso si estamos con poco tiempo.

A la procesadora va todo junto, es a prueba de tontos. Garbanzos con un poco del agua de cocción, limón, ajo, dos cucharadas de aceite de oliva, sal y pimienta. ¿El secreto? El sesamo. Ya sea en salsa tahini (basicamente un puré de semillitas de sesamo que también se puede hacer en casa sin mucho lío) o en aceite, le va a dar ese gusto oriental que solamente el ajo y el oliva no van a lograr.

Después, procesan sin piedad. Les va a quedar una cosa así. Le tiran un poco de oliva, espolvorean con pimentón y algunos garbanzos y voilá. Como en Sarkis pero en casa.