viernes, 27 de junio de 2014

Receta: hummus hiperfácil

Aunque los dips están muy de moda, hay una pastita que es la bisabuela del queso crema con cebolla de verdeo que tanto abunda en reuniones de amigos. Hablo, claro, del hummus, ese puré de garbanzos con pocos secretos y bastante sabor.

No hace falta ir a Sarkis o Garbis, o algún reducto de la comunidad armenia en el país, para probarlo con pan pita, tostadas, cucharas o, por qué no, con los dedos. En casa se puede hacer y sale muy bien.

Vamos a necesitar: garbanzos (400 gramos), ajo (un diente), limón exprimido (medio), salsa tahini o aceite de sesamo (una cucharadita), aceite de oliva, pimentón dulce, sal y pimienta a gusto. 




Si tienen tiempo y ganas de ahorrar, compan los garbanzos en bolsa, los dejan 10 horas en remojo y al día siguiente los hierven durante una hora o hasta que estén blanditos como para hacerlos puré. Lo cierto es que, aunque más caro, los garbanzos en lata siempre tienen el punto justo y nos ahorran un proceso bastante tedioso si estamos con poco tiempo.

A la procesadora va todo junto, es a prueba de tontos. Garbanzos con un poco del agua de cocción, limón, ajo, dos cucharadas de aceite de oliva, sal y pimienta. ¿El secreto? El sesamo. Ya sea en salsa tahini (basicamente un puré de semillitas de sesamo que también se puede hacer en casa sin mucho lío) o en aceite, le va a dar ese gusto oriental que solamente el ajo y el oliva no van a lograr.

Después, procesan sin piedad. Les va a quedar una cosa así. Le tiran un poco de oliva, espolvorean con pimentón y algunos garbanzos y voilá. Como en Sarkis pero en casa. 


jueves, 26 de junio de 2014

Fukuro Noodle Bar: Ramen con onda

El ramen es la comida barata japonesa por excelencia. En Estados Unidos lo comen desde los universitarios sin un mango hasta los hipsters que deambulan por Chinatown. En Argentina, hasta ahora, el ramen bowl --una sopa de fideos, en escencia, pero no como la que hacía mamá en invierno- era un plato casi exclusivo de comedores orientales como Nikkai o la Asociación Okinawense. No more.

Fukuro Noodle Bar (Costa Rica 5514 , Palermo, ¿dónde más?) vino a ponerle onda a tomar sopa. Heredera de la mejor tradición cino-japo-newyorkina (y, quizás por eso, se convirtió en lugar de preferencia de muchos ex pats, extranjeros que viven en Buenos Aires) tiene una carta cortísima pero casi perfecta. Todo es rico en Fukuro Noodle Bar.

¿Qué se come, entonces? 

En principio las entradas son tres. Unas gyosas de cerdo muy ricas y dos clases de steamed buns (pan al vapor con rellenos riquísimos): de carne con manzana verde y akusay y de cerdo con pickles de rabanito. Las gyosas son correctas pero no volarán el pelo de nadie que esté acostumbrado a pedirlas de entrada en cualquier casa del barrio chino o en otras opciones más high end. Los steamed buns son otra cuestión. La masa blandita va perfecto con la fusión de relleno que proponen y los recomiendo con los ojos cerrados. A pesar de que Fukuro se especializa en Ramen, las entradas son razón suficiente para darse una vueltita.


 Steamed buns y gyosas de cerdo. Ninguna entrada supera los $45 y prueban dos.

El ramen está bien logrado aunque la porción quizás sea demasiado para una sola persona. Hay dos versiones, la vegetariana, y la de --you guessed it- cerdo. Se pueden agregar una infinita cantidad de cosas por $5 como huevos poché, palta, más fideos, cerdo, hongos... lo cierto es que van a quedar con la panza muy llena.

 El huevo le agrega mucha cremosidad al caldo que, dicen, les lleva 10 horas hacer.


Dos contras, por ahora, para Fukuro Noodle Bar. La primera, la carta de bebidas. Es extremadamente corta aunque cuentan con cerveza tirada artesanal. La segunda --aunque creo, por los teasers que mostraron en su instagram, que están intentando subsanar- son los postres. Es muy inventivo que sirvan leche con gusto a zucaritas y galletitas perfectas con malvaviscos pero quizás no es el cierre dulce de una noche de sopa y comida de orientación... bueno... oriental. Aunque, ¿quién puede negarlo? Los containers son demasiado cutie-patootie.



Dato de color: en el país del dólar blue aceptan pagos en bitcoin por una comida que rondará, con postre, cerveza y todo, los $180.

Lo que vale esperar




Hay muchas definiciones de diccionario sobre lo que "Comer" significa. Por ejemplo:

Comer (v)
  1. Masticar el alimento en la boca y pasarlo al estómago:
    comes muy deprisa.
  2. Alimentarse:
    no estoy comiendo bien  
Pero, como todos sabemos, las definciones de diccionario se quedan cortas cuando intentamos explicar lo que realmente es una cosa; o, mejor dicho, lo que esa cosa significa para nosotros. Comer es más que llevarse el alimento a la boca, pasarlo por la garganta, que el aparato digestivo haga lo suyo; es decir, es más que la definición uno y dos. Comemos para vivir, es cierto, pero alimentarse es también una cuestión cultural, es un recuerdo que nos dio placer, es volver del colegio y tomar chocolatada y ver los dibujitos o esa cena que te preparó tu novio y se le quemó; es también, por qué no, viajar y conocer cómo viven los otros y experimentarlos en algo que hacen todos los días. 

Porque como bien lo retrató la revista Time acá no es lo mismo alimentarse en Estados Unidos, con su abundancia y su comida procesada, que en la China rural, con su presupuesto limitado y sus alimentos salidos directo de la tierra. Tampoco tiene el mismo sabor el arroz en España que en Buenos Aires; ni la comida japonesa se parece, en Tokio, a la que comen en Lima. 



En casos más extremos, como el mio, la comida no es, siquiera, una aventura sino una manera de relacionarme. Como buena italiana, la comida tiene, para mi, una relación directa con el amor. Ya de chicos entendemos --las mujeres, en principio, por algún mandato patriarcal absurdo, pero también los hombres curiosos- que el acto de alimentar a alguien más, a otro que queremos, no es sin esfuerzo. En la mezcla, la preparación, la dedicación; en el "¿vas a comer eso poquito nada más?" hay algo de todo el amor de este mundo; algo elemental que hizo prosperar a esta especie y a todas las demás que habitan esta tierra. Comer nos conecta con el pasado y con los otros. Por eso es importante contarlo y me animo a hacerlo: porque está bueno charlar sobre lo mejor de esta vida que es compartir, con los que queremos, una comida rica, una cerveza fría y entender, a través del morfi, cómo se animan a vivir los otros.