jueves, 26 de junio de 2014

Fukuro Noodle Bar: Ramen con onda

El ramen es la comida barata japonesa por excelencia. En Estados Unidos lo comen desde los universitarios sin un mango hasta los hipsters que deambulan por Chinatown. En Argentina, hasta ahora, el ramen bowl --una sopa de fideos, en escencia, pero no como la que hacía mamá en invierno- era un plato casi exclusivo de comedores orientales como Nikkai o la Asociación Okinawense. No more.

Fukuro Noodle Bar (Costa Rica 5514 , Palermo, ¿dónde más?) vino a ponerle onda a tomar sopa. Heredera de la mejor tradición cino-japo-newyorkina (y, quizás por eso, se convirtió en lugar de preferencia de muchos ex pats, extranjeros que viven en Buenos Aires) tiene una carta cortísima pero casi perfecta. Todo es rico en Fukuro Noodle Bar.

¿Qué se come, entonces? 

En principio las entradas son tres. Unas gyosas de cerdo muy ricas y dos clases de steamed buns (pan al vapor con rellenos riquísimos): de carne con manzana verde y akusay y de cerdo con pickles de rabanito. Las gyosas son correctas pero no volarán el pelo de nadie que esté acostumbrado a pedirlas de entrada en cualquier casa del barrio chino o en otras opciones más high end. Los steamed buns son otra cuestión. La masa blandita va perfecto con la fusión de relleno que proponen y los recomiendo con los ojos cerrados. A pesar de que Fukuro se especializa en Ramen, las entradas son razón suficiente para darse una vueltita.


 Steamed buns y gyosas de cerdo. Ninguna entrada supera los $45 y prueban dos.

El ramen está bien logrado aunque la porción quizás sea demasiado para una sola persona. Hay dos versiones, la vegetariana, y la de --you guessed it- cerdo. Se pueden agregar una infinita cantidad de cosas por $5 como huevos poché, palta, más fideos, cerdo, hongos... lo cierto es que van a quedar con la panza muy llena.

 El huevo le agrega mucha cremosidad al caldo que, dicen, les lleva 10 horas hacer.


Dos contras, por ahora, para Fukuro Noodle Bar. La primera, la carta de bebidas. Es extremadamente corta aunque cuentan con cerveza tirada artesanal. La segunda --aunque creo, por los teasers que mostraron en su instagram, que están intentando subsanar- son los postres. Es muy inventivo que sirvan leche con gusto a zucaritas y galletitas perfectas con malvaviscos pero quizás no es el cierre dulce de una noche de sopa y comida de orientación... bueno... oriental. Aunque, ¿quién puede negarlo? Los containers son demasiado cutie-patootie.



Dato de color: en el país del dólar blue aceptan pagos en bitcoin por una comida que rondará, con postre, cerveza y todo, los $180.

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